domingo, 2 de noviembre de 2014

El poder de la Oración. El milagro del Amor



Karen Simmons Knapp, cuando en agosto de 1991 supo que esperaba un bebé, como cualquier madre hizo todo lo posible por prepara a su hijo Michael, de cinco años de edad, para la llegada de su neuva compañía. Las pruebas adelantaron que sería una niña. Y Michael, desde cerca del seno materno, le cantaba todos los días. Él ya quería a su hermanita antes de nacer.

 El embarazo se desarrolló con normalidad, y las primeras contracciones empezaron en el tiempo previsto y con la cadencia adecuada para ingresar sin riesgos en el Hospital de Saint Mary de Knoxville (Tenesse). Pero en el parto, que se pronlongó durante horas, surgieron complicaciones. Los médicos debatían sobre la conveniencia de practicar o no, una cesárea. Finalmente, el bebé nació, aunque en un estado tan precario, que hubo que trasladarla deprisa a la UCI de neonatos. Con el paso de los días empeoraba. El médico sugirió a los padres que se prepararan para lo peor, porque las posibilidades de mantenerla con vida se reducían. Karen y su marido que, meses atrás, con ilusión, habían dispuesto el cuarto del bebé con todo lujo de detalles, ahora se encontraban abatidos y con la necesidad de pensar en los pormenores de un funeral más que probable.

Mientras, Michael pedía a sus padres a diario que le dejasen conocer a su hermanita. "Quiero cantar para ella", les decía. Pero en esa zona del Hospital no se permitía la entrada a niños. Ante su insistencia, cuando empezaba la segunda, y quizá definitiva, semana de cuidados intensivos, Karen se decidió. Si no la ve con vida hoy --pensaba--, mañana será demasiado tarde.

Trato de disimular, con ropa, su edad y de introducirle rápidamente en la UCI, pero no consiguió eludir el encuentro con la enfermera.
-- Lo lamento; está prohibida la entrada a menores.
-- Mi hijo no se moverá de aquí hasta que vea a su hermanita, - respondión Karen con estudiada firmeza. Su actitud decidida y el temor a empeorar la situación, facilitó que se aceptase la propuesta sin reparos. Poco después, Michael contemplaba en silencio aquella jadeante figura que, en el interior de la incubadora, se debatía entre la vida y la muerte. Acercando sus labios, entonó en voz baja la canción que tantas veces le había dedicado antes de nacer.

--"Tú eres mi sol, mi único sol. Tú me haces feliz aun cuando el cielo este oscuro..."-En ese momento, el bebé pareció revivir. Las aceleradas pulsaciones registradas en uno de los monitores disminuyeron de frecuencia y se hicieron estables.

-- Sigue cantando, Michae --le pidió su madre, sorprendida por lo que veía.
-- "Tú no sabes, querida, cuánto te amo... Por favor, no te lleves mi sol ahora..."

Mientras Michael cantaba, la respiración apresurada del bebé se fue suavizando visiblemente.

-- Continúa, hijo mío! -- insistía Karen conmovida.
-- "La otra noche, querida, soñé que estabas en mis brazos..." -- La criatura se relajaba de modo gradual, hasta adentrarse en lo que parecía un profundo sueño.

-- Sigue un poco más, Michael.

Una enfermera comenzó a llorar. El personal médico de la sala se fue concentrando, atónito, alrededor de la incubadora.

--"Tú eres mi sol, mi único sol. Tú me haces feliz aun cuando el cielo este oscuro...", " Por favor, no te lleves mi sol ahora..."

Las pruebas confirmaron su curación. Tras unos días de cautela, pudieron trasladarla a casa sin riesgos. En la prensa local, los médicos que siguieron el caso calificaron la mejoría de "inmediata y asombrosa". El Womans's Day Magazine tituló esta historia como "La canción de un hermano". Karen lo llamó, con naturalidad, "el milagro del amor".

El amor humano es increíblemente poderoso porque es prolongación del amor de Dios. Un movimiento del Amor divino creó el universo; y su intervención constante lo mantiene en continua actividad. Las almas que lo buscan y acrecientan, al menos en sus manifestaciones exteriores, notan que algo les acerca paulatinamente a esa omnipotencia benefactora que todos detectan, como agazapada, en la naturaleza.

Quizá, por parecerles pretencioso o inalcanzable, no se plantean una conclusión evidente y esperanzadora: si el afecto humano logra prodigios tan extraordinarios, ¿Qué ocurre cuando alguien se expone de cerca, sin barreras, al volcán silencioso del Amor, llamado Espíritu Santo?

¿Quieres entar en contacto, de un modo extremadamente directo, con esa fuerza arrolladora capaz de transformarlo todo? Practica con perseverancia la oración mental: DIALOGA CON DIOS. Concentra todas tu energías en el recogimiento del alma.

fuente: Crespo, Francisco: "La oración mental" Ed. Cobel.






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